Este año estoy más tembloroso que de costumbre; es toda la culpa del Oso Polar. Fue el más grande estallido en la historia y el más monstruoso fuego artificial que jamás se ha visto. Fue tanto que envolvió al Polo Norte en NEGRO, sacudió todas las estrellas, quebró la luna en cuatro, y el Hombre que habita en ella cayó en mi jardín. El Hombre comió bastante de mis chocolates de navidad antes de decir que se sentía mejor; trepó de regreso a la luna para coserla y poner las estrellas en su lugar. Después descubrí que los renos se habían desatado; estaban corriendo por todo el terreno mientras quebrantaban las riendas y los lazos, y lanzaban los regalos por los cielos. Estaban empacados y listos, ¿se imagina? Todo pasó justo esta mañana; el trineo estaba lleno de chocolates, los cuales envío sin falta, y a primera hora, a Inglaterra. Espero que sus regalos no estén muy dañados. ¿Acaso no es el Oso Polar un bobo? ¡Y ni siquiera se disculpó! Fue toda su culpa. ¿Recuerdan que el año pasado me tuve que mudar por su culpa también?
El grifo que deja salir las Auroras Boreales aún está en la bodega de mi casa vieja. El Oso Polar sabía que nunca de los nunca debía tocar ese grifo. Únicamente abro esa llave en días especiales como Navidad. En su defensa, dijo que creía que la llave estaba rota desde que nos mudamos—de cualquier forma, el Oso estaba metiendo sus narices en las ruinas de mi casa vieja esta mañana después del desayuno (porque esconde allí cosas para comer), y encendió todas las luces de Aurora Boreal suficientes para dos años en un solo instante. Le aseguro que nunca han oído o visto algo como lo que pasó. Traté de hacer un dibujo del altercado, pero estoy tan tembloroso para que saliera bien, y uno no puede pintar luces chisporroteantes sin que salgan bien, ¿o sí?
Con amor del Padre de la Navidad
1926
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